Enterarme de la muerte de Heath Ledger es algo tremendamente chocante. Debo decir de principio que no me gustaba mucho como actor, pero más que todo por un tema de inexperiencia. Claro, tengo la manía de comparar a todo el mundo con James Stewart o Marlon Brando, pero Heath tenía décadas por delante para demostrar que podía ser consagrado. Al Pacino en “El Padrino”, no actúa realmente bien, le faltó un pelín de genialidad en “Caracortada” y recién en la tercera parte de la saga Corleone logró mover un poco los músculos faciales, pero ahora de viejo es un indiscutido maestro.
Pero Heath era de esos actores que se espera envejezcan con uno, de los que aparecen en televisión cuando haces zapping y de a poco te das cuenta que ya no eres el adolescente quinceañero que soñaba con que Julia Stiles se fijara en ti mientras que Ledger no se amilanaba en tomar el micrófono y en plena cancha de la escuela secundaria cantar “no puedo despegar mis ojos de ti”, a pesar de que aquella fierecilla domada que era Stiles se burlara una y otra vez de él, despreciándolo. Eso sí, sólo hasta que quedaran unos minutos para el final, y los productores dieran el "vamos" al japiend.
Actores jóvenes como él son los que esperas ver cuando vas a casa de tus tíos solteros, y los acompañas de mala gana a ver una cinta histórica hiperviolenta con Mel Gibson a la cabeza, quien pretende que aceptemos que un viudo con siete hijos, tome venganza de una manera tan descarnada, haciendo saltar en pedazos a miles de británicos, mientras su retoño (Heath, por supuesto), enamora a la chica de sus sueños, haciéndose entre ellos aquella broma privada del té con tinta. Esperas que él esté ahí, en la pantalla, al mismo tiempo que te das cuenta que a pesar de lo cinéfilo que eres te gusta el cine chatarra, y que Roland Emmerich no se diferencia mucho de Godard cuando quieres relajarte un rato.
Cómo es posible que haya muerto, cuando esperaba algún día estar casado y con hijos a quienes enseñarles que ver “Corazón de Caballero”, con aquel melenudo blondo corriendo carreras medievales al ritmo de Queen era casi tan dañino como el spray anti-ozono, el Big Mac y “Mi Lucha”. Entonces mis pequeños me dirían “y ese actor, quién es?”, y yo les diría “ahh, un tipo que ahora está mucho mejor que antes, así que no lo odies por este film. Nadie es perfecto, ni siquiera tu padre”.
Claro, no puedo olvidar tampoco aquel breve, pero difícil papel de hijo de Billy Bob en “Monster’s Ball”, enfrentado a un hogar racista, donde, gracias a su tremendo esfuerzo (esta vez lo digo en serio), no alcanza a ser eclipsado por el talentosísimo Thornton y la grandiosa Halle, ambos en los papeles de sus vidas. Ahí estuve yo también, con la boca abierta hasta el suelo, no sólo por lo que ustedes saben que ocurre en esa cinta entre los protagonistas en cierta escena, sino que por el rostro desencajado del policía-hijo-de-un-policía que Heath interpretaba con una sensibilidad única. Que quizá no se diera cuenta de su talento, es otra historia.
No, no puedo aceptarlo. ¿Cómo podremos despertar mañana si un joven como Heath no va a estar? ¿Quién interpretará los papeles que el destino le tenía para la treintena, para los cuarenta, para el medio siglo? ¿Quién será su sustituto? ¿Sean Williams Scott?!!.
Sí, lo sé. Si el mundo logró avanzar con la muerte de James Dean, seguro lo harán con la de Ledger. Y a pesar de mis prejuicios debo reconocer que con Ennis del Mar dejó un legado a las futuras generaciones actorales. Interpretar a un tipo que no solamente es un gay reprimido, sino que un viejo, un esposo aproblemado, un hombre solitario, un padre que ama a sus hijas pero sigue siendo frío, con la entereza y el carácter de este tipo, no lo hace cualquiera. Si, Heath, hiciste un buen trabajo. Cazar espíritus malignos falsos y verdaderos, junto con Matt Damon, fue un juego de niños (sobriamente dirigido por Gilliam), pero “Secreto en la Montaña” fue una proeza. Jake es un idiota, pero tú con esto te convertiste en una estrella. Casi he olvidado aquellos asquerosos y forzados ósculos de la cinta, algo totalmente secundario, pero es imposible no sentir un escalofrío al verte en aquel remolque, viejo y callado, sentado mirando el traje de quien pudo pero no fue.
Te observé con envidia rompiendo corazones en siglos pasados, casi sin ningún pudor, con la preciosa Sienna entre tus brazos cínicos, y también espero ver que diantres hiciste en tu papel de Bob Dylan, y no niego el furor que causarás como el Joker en la última de Batman. Y vamos a ver cómo arreglamos el lío que dejaste con la última de Terry, a medio terminar...
Es inevitable. Ya no estás aquí. En la tierra. Pero seguro que estarás por siempre allí. En la pantalla. Y acá. En la memoria.